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Yararà o vìbora de la cruz – Bothrops alternatus – El Churqui, Dpto. Jimenez
De las víboras venenosas que habitan en el país es la que mayor cantidad de accidentes provoca. Es de color amarronado o grisáceo, pupila vertical, foseta loreal (órgano termosensible ubicado a ambos lados del hocico, entre el ojo y la nariz), y manchas arriñonadas (en medialuna o cuadrangulares). Aunque hay variaciones como la yarará crucera (o de la cruz), que mide unos 150 cm y presenta sobre la cabeza líneas formando una cruz blanca; la yarará chica es similar a la descripta pero un tanto mas pequeña; y la yarará ñata es de hocico respingado y vientre amarillo con manchas marrones.
En todos los casos los dientes inoculadores son solenoglifos (retráctiles, guardados dentro de vainas mucosas), y parecen dos agujas hipodérmicas.
Los accidentes que producen pueden ser mortales, ya que el veneno es:
de acción proteolítica(destruye tejidos).
coagulante (provoca hasta incoagulabilidad sanguínea).
hemorrágica (por lesión de vasos sanguíneos).
Actividad
La yarará sale a cazar cuando cae la tarde, que es la hora en la que abundan sus presas favoritas, los roedores -lauchas de campo, ratas conejo, ratas coloradas y cuises pampeanos-, a los que puede rastrear mediante su «olfato» y cuyo paso nocturno acecha.
Periódicamente la yarará se desnuda de su piel. La epidermis se desprende poco a poco, ayudada por movimientos especiales, y acaba por caer. El período de la muda suele ir seguido de un incremento en la actividad de caza; la yarará debe resarcirse del desgaste que implicó el cambio.
La yarará es, como todos los reptiles, poiquiloterma, o sea de temperatura variable, dependiente de la temperatura ambiental. La yarará, por sus hábitos crepusculares y nocturnos evita los rigores del. Durante el día permanece oculta en refugios naturales, debajo de piedras, en huecos y hendiduras. En algunas zonas templadas, donde el invierno es bastante riguroso, recurre a la hibernación, ese modo de suspender en una especie de largo sueño todas las actividades vitales, reduciendo la vida a sus umbrales más bajos para así resistir el invierno.
La yarará pasa esos largos meses de ayuno en algún escondrijo natural o bien en cuevas abandonadas a menudo por los roedores.
Biología general
La primavera desencadena el proceso reproductivo. La cópula está precedida de un complejo ritual de acercamiento, una especie de danza nupcial en la que macho y hembra se enfrentan, elevando el cuerpo, meciéndose y tocándose largamente.
La yarará, como algunas otras víboras, es ovovivíparas, es decir que su sistema de reproducción es una combinación de oviparismo y viviparismo. Los huevos contienen el alimento que necesita el embrión para desarrollarse y no hay ninguna conexión entre éste y la madre, a diferencia de lo que sucede en el caso de los vivíparos. Sin embargo, el desarrollo de ese embrión no ocurre fuera de la madre sino dentro de sus oviductos.
Como la permanencia en el interior del cuerpo de la madre los mantiene al abrigo de todo accidente o agresión externa, los embriones no necesitan la fuerte protección del cascarón y se desarrollan dentro de una membrana transparente.
La hembra da a luz un viborezno aproximadamente cada diez minutos, hasta completar un número de entre doce y dieciséis crías de alrededor de treinta centímetros de largo. Cada una nace envuelta en esa membrana transparente pero ya perfectamente formada, y rompe de inmediato la protección que la recubre. A los veinte minutos de nacer los viboreznos son capaces de desempeñarse solos. Sus colmillos ya contienen veneno, su actitud es agresiva y son muy capaces de cazar y engullir una presa pequeña.
Bio-ecología
Las presas más frecuentes de la yarará son los roedores, principalmente la laucha de campo, la rata conejo, la rata colorada y el cuis pampeano. Su principal depredador es la luta o mussurana, aunque también se menciona a los halcones y la cigüeña común.
(víboras, culebras, lagartijas), ranas, moluscos, cangrejos, insectos (mariposas, langostas, etc.) y una variada serie de peces de agua dulce. Se constituye así una dieta de amplio espectro, cuyos componentes varían de acuerdo con la disponibilidad de los mismos a lo largo del año o según las zonas.
Su futuro
La yarará es, sin duda, temible para el hombre, y sin embargo, sería un error considerarla su enemiga. Dentro de su ecosistema es una importante controladora de la población de los roedores, especies sumamente prolíficas que, sin esos adecuados controles naturales, acarrearían notables perjuicios a la vegetación en general y, particularmente, a la agricultura.